EL DIEZMO
El Privilegio de la Mayordomía Cristiana
Por el doctor Peter Masters
Hace un poco más de veinte años, mi esposa y yo solíamos visitar a una querida anciana cristiana que estaba muy débil para vivir sola, por lo que tuvo que cambiarse a un hogar para ancianos. Ella vivía tan frugalmente y tenía tan poco en su alacena que uno pensaría que no tenía un centavo. Pero cuando sus amigos de confianza llegaron a recoger las cosas de su departamento rentado y empacaron sus pocas posesiones, encontraron en cajones y aparadores, aquí y allá, sobres llenos de billetes destinados a varios misioneros. Era claro que casi todo lo que ella poseía, después de pagar la renta y sus gastos básicos, lo ofrendaba al Señor, pues todo su corazón era para Él y Su obra.
Este no fue un incidente aislado, pues años atrás uno a menudo se encontraba con indicativos de la devota mayordomía de los creyentes de edad avanzada, independientemente de cuán pobres eran financieramente hablando. Los pastores más veteranos en todas partes servirán de eco de esta experiencia. ¿Acaso ha pasado esa era de abnegado amor?Hoy en día tenemos tanto. Nuestros ejecutivos más jóvenes manejan carros de un lujo y calidad que sus colegas de hace treinta años ni siquiera podían soñar. Nuestros recién casados generalmente empiezan con todos los artículos para el hogar, y más, cosas que sus padres tuvieron que adquirir gradualmente, en una larga marcha hasta la madurez. El hogar más humilde tiene equipo de sonido y video, además de dinero para vacaciones sustanciales, y así sucesivamente. Sin embargo, por lo que nos enteramos, iglesias y pastores en todo el país tienen con frecuencia estrecheces financieras, y pocos proyectos de significado pueden ponerse en marcha. Es ciertamente alarmante ver cuán pocos misioneros reciben apoyo estos días. Asociaciones de iglesias financian un puñado de ellos, cuando uno esperaría que muchas de las congregaciones locales fueran capaces de apoyar al menos un par de proyectos.
¿Están los cristianos en general menos comprometidos de lo que estaban antes? ¿Acaso la nueva generación de convertidos no entiende el punto de la mayordomía de sus medios? ¿Nos hemos convertido en una generación echada a perder, tan acostumbrada a un elevado estándar de vida que no queremos deshacernos de mucho para darlo al Señor? Si es así, entonces nos hacemos daño a nosotros mismos y perdemos una tremenda instrumentalidad espiritual. Que el Señor bendiga para nuestros corazones este análisis de algunos versículos grandiosos del Nuevo Testamento, que enseñan los deberes y las bendiciones del "diezmo" por parte del pueblo de Dios.
El título de este artículo toca de inmediato una nota controversial, porque diezmar (el acto de ofrendar un diez por ciento del ingreso), es una obligación de los judíos, y en ninguna parte del Nuevo Testamento se menciona como un deber del cristiano. Sin embargo, usamos el término en un sentido general más que literal. Para nosotros la palabra "diezmo" indica que el ofrendar debería estar relacionado con los medios que poseemos, "según haya prosperado" (1 Corintios 16: 2) y no necesariamente tiene que ser un diez por ciento exacto. No obstante, más adelante veremos que el diezmo del Antiguo Testamento tiene una base bíblica como el mínimo para el pueblo de Dios en todas las épocas.
Este escrito examinará muchos textos del Nuevo Testamento, cada uno de los cuales presenta algún aspecto del diezmo, incluyendo la actitud del creyente, los propósitos de Dios, la proporción del diezmo, y algunas reglas prácticas para la mayordomía.
1. Todo lo que tenemos pertenece al Señor.
El primer principio de la mayordomía característicamente cristiana, fue enseñado por el Salvador, según está registrado en Lucas 21: 1-4. Viendo a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas, y con ellos a una pobre viuda que echaba sus dos blancas, Él hizo la observación que ella había dado más que todos los demás, pues mientras ellos dieron una pequeña porción de su gran riqueza, 'ella de su pobreza' echó todo el sustento que tenía.
La gran lección aquí, y la norma para las ofrendas del cristiano, es que todo lo que poseemos le pertenece al Señor. Si alguien desea debatir el valor preciso de un diezmo en la dispensación cristiana, si es un décimo, o más, o menos, la respuesta del Señor es que es estrictamente todo lo que tenemos.
Todo lo que somos y todo lo que tenemos es del Señor, y, aunque tenemos que proveer para nuestra vivienda, ropa, comida y otras responsabilidades, vivimos de Su dinero, pues todo nuestro ingreso es Suyo, y debe estar disponible para Él conforme se requiera. No decimos: '¿qué proporción debería ofrendar?' Sino más bien 'puesto que todo es Suyo; ¿qué proporción necesito retener?'
Únicamente esta actitud nos hará realistas acerca de cómo gastamos nuestro dinero: si en cosas innecesarias o en cosas de mucho lujo o demasiado caras para nuestras necesidades. Debemos acabar con la mentalidad que considera algunas cosas como nuestras y otras como Suyas. Deberíamos pensar que todas las cosas son Suyas, y de ellas tomamos para nuestro gasto, a fin de cubrir nuestras razonables necesidades terrenales.
El corazón del Señor fue conmovido por aquella mujer que comprometió todo lo que tenía. El apóstol Pablo alaba esta actitud en sus palabras a los corintios: "no sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio." (1 Corintios 6: 19-20) El rey David entendió esto muy bien cuando oró: "Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano de damos." (1 Crónicas 29: 14).
Amamos al Señor por sobre todas las cosas y nos hemos entregado completamente a Él. Por consiguiente debemos emplear todos nuestros recursos y energías para Él, como hijos e hijas privilegiados de un Salvador amado, soberano y glorioso.
2. El Propósito Principal del Diezmo
¿Cuál es, precisamente, el propósito del diezmo o de la mayordomía? Una buena parte de la respuesta se encuentra en 1 Corintios 9. Al final de trece versículos de poderoso razonamiento escritural, Pablo dice: "Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio." (1 Corintios 9: 14). La ofrenda del pueblo de Dios es principalmente para el engrandecimiento y la proclamación de la Palabra de Dios.
El Evangelio debe ser proclamado por todas partes; la viña del Señor debe ser plantada, y la ovejas del Señor apacentadas (versículo 7). Los mensajeros del Señor ('el que ara y el que trilla') deben tener la capacidad de entregarse a su obra (versículo 10). Entonces este es el propósito más elevado de la mayordomía cristiana: la proclamación de la verdad salvadora de Dios, y la instrucción de la iglesia.
De acuerdo con el texto, la idea de que los predicadores y otros obreros cristianos deben ser sostenidos, no es algo que fue inventado por la iglesia, sino que fue ordenado por Dios (lo que significa: prescrito, arreglado y ordenado por Él). Son el plan y la voluntad de Dios.
Es cierto que el pasaje más largo del Nuevo Testamento relativo a la mayordomía (en 2 Corintios 8 y 9), tiene que ver principalmente con el alivio de los creyentes afligidos, pero la enseñanza de 1 Corintios 9 respecto al sostén de los predicadores, es tan enfático e imperativo, que es claramente el primer deber y el principal.
Gálatas 6: 6 insiste también en el sostenimiento del ministerio de la Palabra. Pablo dice: "el que es enseñado en la Palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye." La palabra griega traducida como partícipe, significa compartir. Esto demuestra que somos llamados a compartir con aquél que ha sido apartado para enseñar. Pablo nos ordena la reciprocidad como oyentes y maestros, dando y recibiendo mutuamente.
Si la mayordomía en una iglesia es pobre, entonces la diseminación de la Palabra de Dios sufrirá. El pastor será empobrecido, los misioneros recibirán escasa ayuda; la buena literatura no podrá ser adquirida ni reproducida; los medios necesarios para el evangelismo y para la escuela dominical, tales como alojamiento y vehículos, no estarán disponibles. Sin embargo, el Señor ha ordenado que los mensajeros sean apartados y que la obra del evangelismo sea sostenida con liberalidad.
¿Acaso somos indiferentes a la mayordomía de nuestro dinero? Quizás no nos hemos percatado plenamente que Dios ha ordenado que nuestra contribución desempeñará un papel importante en llevar a cabo Sus gloriosos propósitos. Quizá no hemos sentido todo el peso del privilegio y de la responsabilidad que esto conlleva. Tal vez no hemos considerado nunca, seria y profundamente, cuánto deberíamos dar y cómo deberíamos comprometernos a ser fieles a nuestras obligaciones.
3. La Manera de Diezmar
En 1 Corintios 16: 1-2, Pablo habla de la frecuencia y del espíritu de la mayordomía, diciendo: "En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado."
En este particular pasaje, el propósito de la ofrenda es benevolencia para los creyentes afligidos; pero la actitud respecto a la 'ofrenda' y su frecuencia, es muy instructiva para todo tipo de ofrendas.
La frase "según haya prosperado" (la versión antigua traduce: 'lo que por la bondad de Dios pudiere'), tiene un significado especial. La frase haya prosperado significa literalmente: "Según que haya sido ayudado por Dios en el camino." Esto implica que las circunstancias de uno pueden variar de una semana a otra, algo que en aquel tiempo era ciertamente verdad, y lo es también en la actualidad. Los hogares cristianos calculaban sus necesidades y daban una porción de su dinero al Señor. Entonces, si su ingreso se incrementaba, ellos lo veían como que el Señor los prosperaba a fin de que destinaran más para la ofrenda. Si "Dios les ayudó en su camino" no era únicamente para su propio beneficio, sino también para su mayordomía, y en ese espíritu daban. Si los corintios no hubieran contribuido según el Señor los prosperaba, habrían sido culpables de usar mal (malversar) lo que Él les dio con un propósito.
La frecuencia de la ofrenda semanal, que involucraba un cálculo inteligente de los fondos disponibles, demuestra la necesidad de revisar continuamente nuestra mayordomía. No es suficiente arreglar una transferencia bancaria, una vez cada seis meses o más, para luego olvidarse del asunto.
Tenemos una obligación en obediencia al mandato divino, a ser continuamente sensibles a las necesidades de la obra de Dios, y también conscientes de la provisión divina para nosotros, para que podamos ayudar a suplir estas necesidades. Este texto nos llama a ser sensibles constantemente, vigilantes y responsables de nuestras ofrendas.
No es sorprendente que el apóstol enseñe que la ofrenda debería ser depositada en el día de la adoración, puesto que la mayordomía es un acto de adoración, gratitud y dedicación. Adoramos con nuestra mentes, nuestros corazones y también con nuestros bienes, reconociendo que nada de lo que poseemos es nuestro, y que somos siervos del Señor.
4. Una Señal Vital del Carácter Cristiano
Otro pasaje importante sobre la mayordomía cristiana es 2 Corintios 8 y 9, que presenta una lista de retos y estímulos. Aquí Pablo dice a los corintios que ellos deberían saber acerca de "la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia" (2 Corintios 8: 1); la gracia mencionada es el espíritu de generosidad y ayuda.
"Como en todo abundáis," dice Pablo, "en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud. . . abundad también en esta gracia (2 Corintios 8: 7). Evidentemente, los miembros de la iglesia de Corinto tenían fe, un vibrante testimonio, un buen conocimiento de doctrina, y una gran solicitud en muchas cosas, pero no habían comprendido plenamente el deber de la mayordomía generosa.
Ellos revelaron una significativa área de estancamiento, en su falla en terminar la mayordomía que habían empezado. Ellos tenían la intención de dar (versículos 10-11), ciertamente habían empezado a dar, pero no terminaron la obra. El reto para nosotros es claro. ¿Cuál es el nivel de mayordomía que hemos alcanzado, el de Macedonia o el de Corinto?
Pero, ¿por qué la ofrenda, en este pasaje, es llamada una 'gracia'? Primero, porque es una manifestación de la gracia de Dios en el corazón; una evidencia de Su obra transformadora y santificadora. El apóstol Pablo dijo a los corintios que su generosa mayordomía sería una prueba de la sinceridad de su amor (versículo 8). También les exhortaba con estas palabras: "Mostrad, pues, para con ellos ante las iglesias la prueba de vuestro amor" (versículo 24).
Segundo, la mayordomía es una "gracia" por el espíritu con que se lleva a cabo. Damos motivados por la gracia. El dador da voluntariamente y no espera recibir ningún beneficio personal. Es motivado a dar porque Dios le ha mostrado Su favor libre y gratuitamente.
Si la iglesia fijara el diezmo como algo obligatorio para sus miembros, entonces sus ofrendas ya no serían una "gracia." Si la gente ofrendara porque algún maestro del 'evangelio de la prosperidad' los hubiera convencido de que Dios los recompensaría, entonces su ofrenda ya no sería una "gracia." Para agradar a Dios, la dádiva debe provenir de un corazón sincero, como un acto voluntario, sin ninguna expectativa de recibir alguna recompensa personal.
¿Cuál es nuestra condición ante el Señor? ¿Cuán grande es nuestro amor? ¿Cuán profunda es nuestra convicción? ¿Cuán sincero es nuestro agradecimiento y nuestro deseo para el avance de la obra del Señor y la gloria de Su nombre? Pablo, hablando bajo inspiración del Espíritu Santo, dice que todas estas cosas son probadas por el vigor de nuestra mayordomía.
¿Por qué debe ser la mayordomía la prueba de ácido de nuestro amor y sinceridad? ¿Es una prueba justa y precisa? Si alguien permite que su mayordomía decaiga, ¿significa que su espiritualidad está decayendo? ¿Realmente indica falta de amor, de compromiso y de profundidad?
La respuesta en 2 Corintios 8 es que, en efecto, demuestra esto, porque la mayordomía revela la semejanza de familia de los hijos de Dios. Pablo argumenta que, en nuestra mayordomía, el corazón de Cristo se manifiesta en nosotros: "porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor de vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos" (versículo 9).
En otras palabras, la mayordomía es una de las pruebas más reveladoras de nuestra semejanza a Cristo, porque refleja muy claramente Su carácter. Él se dio a Sí mismo completa y enteramente para beneficio de otros. Él se despojó de la gloria del cielo por la más profunda humillación, aun hasta la muerte de cruz, motivado por Su compasión por los pecadores.
En un sentido Él "ha dado" su estado eterno por Su pueblo, tomando sobre Sí mismo un cuerpo, ahora glorificado, que llevará para siempre en Su oficio de Rey, guardián y protector.
El Señor Jesucristo, nuestro "hermano mayor," precursor y ejemplo, es inmensurablemente desinteresado, amoroso, tierno, benevolente y generoso. En Su maravillosa gracia y condescendencia, se dio a Sí mismo, y se dio a Sí mismo enteramente. Entonces, la evidencia más grande de nuestra semejanza a Él, será manifiesta en nuestra buena voluntad de darnos a nosotros mismos y nuestros bienes, para Su causa. Si somos mayordomos infieles, entonces nuestra semejanza de "familia" no será muy visible en nosotros.
5. Darnos Nosotros Mismos al Señor
2 Corintios 8 pone delante de nosotros el ejemplo de un pueblo cuyos corazones fueron tan entregados a la causa a la que contribuyeron, que no dieron sólo su dinero, sino también se dieron ellos mismos (ver versículo 5).
Al ofrendar el dinero que tanto necesitaban, se sujetaron a sí mismos a grandes padecimientos, y es en este sentido que la Biblia dice que: "se dieron a sí mismos al Señor" (versículo 5). Aquí tenemos más luz sobre la actitud de la viuda que dio todo su gasto al Señor. Tal vez ellos dijeron: "abstenernos de comer por un día o una semana, para poder mandar ayuda a los creyentes en Jerusalén, es nuestro servicio para ellos. Ayunaremos con gozo, para que ellos puedan sobrevivir." (Evidentemente, muchos creyentes en Jerusalén se encontraban en peligro de morir de hambre a causa de una fuerte sequía). No dieron solamente dinero, sino cualquier comodidad y gusto que ese dinero les hubiera comprado, si no lo hubiesen dado. Hicieron un sacrificio personal mediante esta privación.
Toda mayordomía verdadera y digna es como ésta, porque planta una diferencia en nuestras vidas. No decimos: "voy a ofrendar únicamente una suma que me deje libre para gastar el resto como yo quiera, y para disfrutar cualquier placer o posesión que quiera." Por el contrario, nosotros debemos decir: "voy a darme a mí mismo al Señor y a Su obra, reduciendo los gastos extravagantes, los lujos, las cosas superfluas y todos los deleites innecesarios, con el fin de que el dinero que hubiese gastado en todas esas cosas, sea dedicado a la causa de mi Salvador."
¿Tomamos tan seriamente nuestro ministerio de mayordomía, planeando nuestros gastos de tal manera que podamos apoyar gozosamente la predicación de la Palabra y ayudar a los creyentes necesitados? Ciertamente debemos mantener un hogar y un estilo de vida suficientes para poder servir eficazmente al Señor. Pero, ¿tenemos como meta hacer lo máximo que podamos en lo relativo a nuestra mayordomía?
La mayor prueba de nuestra sinceridad, será nuestra disposición para asumir el privilegio de la mayordomía. Pablo dice a los macedonios: "Pues doy testimonio de que con agrado, han dado conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio" (versículos 3 y 4). Pablo les dice después: "Ahora pues, llevad también a cabo el hacerlo. . . porque si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene" (versículos 11-12).
Si encontramos que estamos renuentes a dar con generosidad, deberíamos estar muy alarmados. Debemos escudriñar nuestras vidas para descubrir las cosas que nos han inducido a dejar nuestro primer amor y a enfriarnos en el amor hacia Cristo. Una vez encontrado el mal, debemos desarraigarlo.
Es únicamente cuando estemos dispuestos a perder todo el beneficio personal de nuestro ingreso, y manifestar la gracia de dar, que estaremos dándonos realmente al Señor. Pablo anhelaba ver esta disposición en los creyentes, a fin de que dieran "No con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre" (2 Corintios 9: 7). La palabra griega traducida como "no con tristeza" significa como "renuentes" o como "afligidos."
¿Somos renuentes a repartir nuestro dinero para el Señor? ¿Nos resulta difícil elegir la gloria de Cristo más que las comodidades del presente? Si es así, derramemos nuestro corazón en arrepentimiento, por nuestra frialdad. Avivemos nuestra gratitud por nuestra salvación, y por el amor redentor del Salvador, por la nueva naturaleza que hemos recibido, y por toda Su paciencia, misericordia y amor para con nosotros.
Pensemos en Su tierna providencia en nuestras vidas, y en la certidumbre de la gloria eterna, y seguramente nuestros corazones se derretirán y nos levantaremos con el deseo de asumir nuestra responsabilidad de apoyar la obra del Evangelio.
Que nunca seamos contados entre aquellos que dan solamente porque tienen que hacerlo. Más bien demos, porque nos hemos propuesto en nuestro corazón dar para la obra de Dios. ¡Cuánto nos alienta saber que la mayordomía alegre y voluntaria agrada al Dios Todopoderoso del cielo!
Sin duda, la frase: "Dios ama al dador alegre," es demasiado profunda para que podamos entenderla plenamente. ¿Acaso puede Dios amarnos más de lo que ya lo ha hecho, al enviar a Cristo para que muriera por nuestros pecados? Estas notables palabras probablemente significan que Dios manifiesta Su amor al dador alegre, por la manera en que Su bendición recae sobre su ofrenda y Su abrazo especial es experimentado por el mayordomo voluntario.
6. La Generosidad Bíblica Está Relacionada con los Medios.
Pero suponiendo que nos encontramos en dificultades económicas: ¿es razonable esperar que demos generosamente? Nuestro pasaje en 2 Corintios 8 nos ayuda también en este punto, porque define la generosidad bíblica en relación con nuestros medios, diciendo: "Porque si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no tiene." (Versículo 12).
Si queremos dar para el Señor, y hacemos lo mejor que podamos en circunstancias difíciles, el Señor se agrada y honrará y bendecirá nuestra ofrenda. Esto lo vemos en la blanca que ofrendó la viuda. Desde la perspectiva divina, la "generosidad" es un asunto de las circunstancias de cada uno.
Como J. C. Ryle lo expresó: "Las ofrendas de los creyentes pobres tienen tanta dignidad como las ofrendas de un príncipe, porque Cristo toma en cuenta algo más que la simple cantidad de nuestra ofrenda. Él mira a la proporción de nuestra ofrenda en comparación con todos nuestros bienes, y también mira la abnegación que exige de nosotros."
Vean el ejemplo de los macedonios, quienes se encontraban "en grande pobreza de tribulación." Y sin embargo, "la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad" (versículo 2). Motivados por su gratitud ante la bondad de Dios para con ellos, hicieron su mejor esfuerzo para contribuir, y el resultado fue registrado por el Espíritu Santo como "las riquezas de su generosidad." Según la opinión de Dios, el gozo cristiano se combina con la pobreza para resultar en "generosidad."
No debemos desanimarnos nunca por la idea de que la capacidad de nuestra mayordomía es pequeña y que no vale la pena. Vemos en el lenguaje del Salvador y de Pablo, que el corazón de Dios se agrada ante la "generosidad" de Su pueblo, sin importar cuán pequeña sea la cantidad. La ofrenda sincera es un acto de amor y de adoración y Dios obrará grandes bendiciones para esta clase de ofrendas. La ofrenda pequeña pero que cuesta, dada con gozo, lleva la fragancia de la gracia de Cristo viviendo en un corazón redimido.
Podemos pensar que en tanto que demos una porción de nuestro ingreso, (digamos un diez por ciento), seremos reconocidos como unos siervos obedientes en el día del juicio. Pero, vean otra vez a los creyentes de Macedonia, pues ellos se esforzaron en dar más allá de su capacidad (versículo 3). No hay ninguna evidencia de que ellos daban una porción "confortable" o "conveniente." Al contrario, hay un deseo profundo de esforzarse al máximo, y esto es lo que el Espíritu Santo aprueba y recomienda.
¿Así sucede con nosotros? ¿Cuándo fue la última vez que revisamos nuestra mayordomía? ¿Es nuestro deseo constante el avance de la obra de Dios? O, ¿hemos caído en el error de pagar un 'impuesto' fijo al Señor, considerando todo el resto como "dinero para nuestros bolsillos"?
7. El Objetivo es el Motivo
Una de las palabras más útiles usada en conexión con la mayordomía aparece en 2 Corintios 9: 5, en donde Pablo dice: "Por tanto tuve por necesario exhortar a los hermanos que fuesen primero a vosotros y preparasen primero vuestra generosidad antes prometida, para que esté lista como de generosidad, y no como exigencia nuestra." La palabra traducida dos veces aquí como "generosidad" (Versión 1960), se traduce en la versión antigua como "bendición." Esta palabra griega significa algo más que un don generoso, puesto que incluye la idea de comunicar un beneficio o una bendición.
Lo que los corintios tenían en mente no era solamente el alivio del hambre, sino que además se preocupaban por la felicidad y el bienestar de los afligidos creyentes de Jerusalén. No fue simplemente un intento de evitar el morir de hambre, sino más bien un beneficio positivo o una bendición además de eso; una expresión de amor.
La palabra "bendición" (versión antigua) o "generosidad" (versión 1960), manifiesta un ingrediente muy importante para la mayordomía cristiana, sin el cual perderemos nuestra motivación, y nuestra ofrenda se volverá una cosa mecánica. La mayordomía cristiana debe ir acompañada de un deseo: el deseo de brindar una gran bendición a otras personas.
En el caso de los afligidos creyentes de Jerusalén, los corintios querían algo más que su supervivencia. Querían darles salud, felicidad y ánimo espiritual. Su ofrenda iba acompañada de sus oraciones que expresaban su preocupación, su afecto y su solicitud por ellos.
Cuando ofrendamos para el evangelismo y el ministerio de nuestra iglesia, debemos hacerlo con un deseo similar en mente. Debemos decirnos a nosotros mismos: "esta ofrenda es una bendición o una expresión de buena voluntad, diseñada para traer luz y vida a las almas perdidas."
Cuando planeamos nuestra mayordomía debemos pensar en el beneficio espiritual de otros, que se producirá por la proclamación de la Palabra. Esta es la meta de la mayordomía, sin la cual se convertirá sólo en un deber frío y pura formalidad. No ofrendamos porque sea nuestro deber hacerlo, sino que vemos cómo otras almas pueden ser bendecidas de la misma manera en que nosotros lo hemos sido. Debemos tener en mente no sólo un don, sino también una bendición.
El apóstol Pablo se apresura a agregar que si ofrendamos con este espíritu, en verdad redundará en una bendición: "Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará." (Versículo 6, Versión 1960).
Aquellos que enseñan el "evangelio de la prosperidad" sacan estas palabras fuera de su contexto y las aplican al dador del don, enfatizando que el dador segará más riqueza y beneficio como recompensa por su ofrenda. Dando este enfoque a las palabras, estos maestros persuaden a muchas personas para que les den a ellos grandes sumas de dinero (que son usadas frecuentemente para apoyar su estilo de vida extravagante y lujoso, especialmente en los Estados Unidos y otros países). Pero esta interpretación es obviamente equivocada, porque pasa por alto el contexto.
Las palabras de Pablo simplemente dicen que si sembramos escasamente (en nuestra ofrenda), no seremos instrumentos para traer muchas bendiciones a las vidas de otros. Por otra parte, si sembramos (damos) generosamente, con el fin de comunicar una bendición grande o un beneficio a otros, entonces Dios bendecirá grandemente a aquellos a quienes fue otorgado el don.
Las palabras de Pablo no dicen nada aquí acerca de nuestra prosperidad, ni de la cuestión de si ésta será incrementada como resultado de nuestra ofrenda. El dador del don segará, en el sentido de que su ofrenda producirá fruto. Si su motivo es el de bendecir a otros, a su debido tiempo la semilla crecerá para una gran cosecha. Es un grave error trastornar este versículo para apoyar a aquellos que ofrendan egoístamente o en la búsqueda de sus propios intereses.
Otra meta principal que debemos buscar por medio de nuestra mayordomía, es que sea una alabanza y un agradecimiento a Dios. Este punto es destacado en 2 Corintios 9: 12, en donde Pablo dice que la benevolencia de las iglesias redundó en esto: "Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo."
No importa si damos para aliviar el sufrimiento de otros creyentes, para la predicación del evangelio, o para la enseñanza de los creyentes, el resultado de nuestra ofrenda (por la bendición de Dios), es gratitud y amor para Él. ¿Puede existir un objetivo más elevado que éste: multiplicar la alabanza y el agradecimiento para con Dios? ¡Cuán fuerte es este incentivo para nuestra mayordomía, pensar que Dios quiere usarla para producir alabanza y adoración en los corazones de otras personas!
8. La Seguridad Financiera y el Diezmo
Hay un grandioso versículo en 2 Corintios 9, en donde el apóstol Pablo se dirige a nuestros temores humanos. Al enfrentarnos con el reto de ofrendar con liberalidad, quizás seamos tentados a pensar: "pero, ¿qué tal si repentinamente nos encontramos con tiempos difíciles? ¿Qué tal si no estuviera otra vez en la posición de adquirir ciertas cosas que me gustaría tener? Y, ¿qué tal si mi ingreso me llegara a faltar?
A pensamientos semejantes a estos, Pablo dice: "Poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra." (Versículo 8).
Dios cuidará de ti, dice Pablo. Toda gracia, en abundancia, fluirá hacia ti para que siempre tengas lo suficiente, (fíjate bien, no demasiado, sino lo suficiente), para agradar al Señor, para servirle y para crecer en la gracia.
Esta no es una promesa de recompensa material por nuestra mayordomía, sino una promesa de gracia, la cual es un favor de Dios. La promesa puede cumplirse en la forma de un apetito modesto y humilde, de tal forma que vivamos contentos sin muchas de las cosas que los hombres del mundo consideran esenciales.
Seguramente el Señor nos dará un celo más grande por Su obra, y nos usará para producir fruto eterno. "Como está escrito: Repartió, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre." (Versículo 9).
Los versículos 10 y 11 del capítulo 9 (la oración de Pablo a favor de los corintios), enseñan que Dios puede incrementar los recursos de los mayordomos fieles, a fin de que su mayordomía se incremente más. El apóstol escribe: "Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios."
Es Dios quien provee los recursos para la mayordomía, quien da los resultados, y aun quien incrementa los recursos de los mayordomos fieles. ¿Apreciamos el hecho de que el Señor nos ha prosperado para este propósito? ¿Le defraudamos inconscientemente, guardando para nosotros mismos, aquello que es para Su obra? Dios suministra o provee la "semilla" para que Su pueblo siembre.
De este ingreso (dice Pablo, citando a Isaías), viene nuestro pan, y de ello tenemos que cubrir los gastos de la familia y del hogar. Pero la porción que sembramos para la cosecha del Señor, Dios la multiplicará.
Por lo tanto, nunca dejemos de orar por la ofrenda que damos, porque entonces el Señor no magnificará su efecto en la obra del Reino. Pudiera ser que nosotros estemos entre aquellos que el Señor llamará a una mayordomía que se incremente constantemente, gobernando nuestras circunstancias de tal manera que estemos "Enriquecidos en todo para toda liberalidad." (Versículo 11).
9. El Diezmo Depende del Contentamiento
Hay un reto especial para nosotros que vivimos en este siglo de abundancia en 1 Timoteo 6: 6-11 y 17-19. "Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento. . .así que teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto."
Cuán esencial es para nosotros que tengamos una actitud razonable y reservada acerca de nuestros requerimientos en esta vida. Sin contentamiento, siempre sentiremos la necesidad abrumadora de que "algo más nos hace falta" y nuestros apetitos inquietos echarán a perder la administración sabia de nuestros recursos, es decir, nuestra mayordomía.
Es necesario que nos preguntemos constantemente, conforme planeamos nuestras compras: "¿realmente necesito esto? ¿Es necesario? ¿Qué sucedería a la obra del Señor, si todos los creyentes gastaran su dinero como yo lo estoy haciendo? ¿Hago esta compra para mi engrandecimiento o para impresionar a mis vecinos? ¿Debería yo tener esto, mientras otros creyentes sufren dificultades, y los mensajeros del Señor están en aprietos económicos?
Pablo advierte que "Todos los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo," y dice también: "A los ricos de este siglo manda que no sean altivos," que quiere decir "engreídos."
Hace muchos años conocí a un hombre cuyos ingresos personales estaban muy por encima del presupuesto anual de una iglesia grande a la cual asistía. No obstante, me dijo que su mayordomía no era muy sustancial. Él mantenía dos casas muy costosas, varios automóviles lujosos, además de otras comodidades proporcionadas por la riqueza. ¿Qué estaba manifestando este hombre con ese estilo de vida? Estaba diciendo que él mismo tenía más importancia que la obra entera de su iglesia. Si gastamos excesivamente en nosotros mismos, estamos declarando lo que creemos acerca de nuestro valor y nuestra importancia. Ante los ojos de Dios, aparecemos como el resto del mundo.
Pablo dice: "a los ricos de este siglo manda. . .que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos," y esto quiere decir que estén dispuestos a compartir con generosidad, y que no vean sus bienes como si les pertenecieran.
La codicia (que significa el deseo de tener más siempre), es profundamente ofensiva a Dios, y cruelmente dañina para la vida espiritual. No hay nada que convierta más pronto al creyente en un hipócrita que la codicia; ni tampoco hay algo más dañino para la mayordomía. Y sin embargo, este es sin duda, uno de los pecados menos reconocidos o del que menos nos damos cuenta, aun entre los creyentes.
El Señor dijo: "Mirad y guardaos de toda avaricia" (Lucas 12: 15). Pablo coloca la avaricia entre la perversidad y la maldad, en la lista de pecados de Romanos 1: 29. En Efesios 5: 3, está colocada junto con la fornicación y toda inmundicia y es destacada como algo que ni siquiera se debería "nombrar entre nosotros."
En Colosenses 3: 5 se nos dice que hagamos morir a la avaricia, la cual se define como idolatría. Hebreos 13: 5 dice: "Sean vuestras costumbres sin avaricia," es decir, este pecado debe ser erradicado de nuestro estilo de vida, porque deberíamos estar completamente satisfechos con el Señor mismo.
¿Cómo podemos prevenir la avaricia, que es uno de "los deseos carnales que batallan contra el alma"? (1 Pedro 2: 10). ¿Cómo podemos contener nuestros apetitos, y así guardar el décimo mandamiento: "No codiciarás"? El gran antídoto, junto con la oración y el contentamiento, es la mayordomía planeada y generosa de los recursos que Dios nos ha dado. En otras palabras, el pecado preciso que destruirá nuestra mayordomía, será restringido si tenemos una administración bíblica y controlada de nuestros recursos.
Las palabras de Pablo a Timoteo, que los ricos deberían ser: "Ricos en buenas obras, dadivosos y generosos" no son simplemente un buen consejo, sino un mandamiento solemne. "Mándalos" dice Pablo.
La mayordomía no es sólo nuestro llamamiento, sino nuestro privilegio. Es la salvaguarda más tierna que pudiéramos tener para protegernos de nuestros deseos y guardar nuestros corazones como dedicados al Señor y a los asuntos de Su reino. Es un infalible protector contra los tentáculos de la mundanalidad.
10. El Dar No Debe Tener Nunca un Motivo Egoísta
El apóstol Pablo, en Romanos 12: 8, incluye el ofrendar o contribuir como un don espiritual, diciendo: "El que reparte, hágalo en simplicidad." Pablo se refiere aquí a los creyentes que tienen un ministerio especial en este asunto, presumiblemente porque han sido bendecidos con mayor riqueza de la normal. Algunas personas pueden caer en la tentación de ofrendar ostentosamente para atraer hacia sí mismos, la apreciación y la influencia. Tales personas reciben la advertencia que eviten caer en esa trampa. Aunque ciertos peligros son particularmente significativos para los que ofrendan grandes cantidades, no obstante, todos deberían ser cautelosos para evitarlos.
"Simplicidad" es la norma; esta palabra significa: "con pureza o sinceridad." "La simplicidad" (palabra usada por la Versión Antigua) quiere decir, que no deberían existir motivos ulteriores, como por ejemplo, obtener influencia o ventajas para sí mismos. Este es un vicio que frecuentemente motiva a los ricos en sus donativos a la iglesia, y es algo que puede convertirse en un tropiezo para los líderes de la iglesia.
Una posible paráfrasis de las palabras de Pablo podría ser la siguiente: "que el que da, lo haga sin ninguna clase de interés personal." Desafortunadamente, algunos dadores mal motivados han usado muchas tácticas para asegurar que sus ofrendas les obtengan influencias. A veces hay personas que quieren que la iglesia adquiera algo que no es aprobado por los oficiales. Entonces, actuando de manera individual, compran la cosa y la donan a la iglesia. Esto constituye una violación del orden y gobierno de la iglesia, porque acaba con el liderazgo espiritual y los procedimientos normales para la toma de decisiones.
En ocasiones hay personas que donan artículos a la iglesia (por ejemplo, un nuevo piano), con el fin de llamar la atención y ganar el aprecio de los demás. A veces, en algunos casos, hay personas que quieren comprarle al ministro un 'regalo,' para asegurar algún privilegio o trato especial (quizá para escapar de la disciplina o las consecuencias de su mala conducta).
Sin duda, muchos donativos directos a la iglesia y al pastor, son hechos con los propósitos más puros, pero la práctica en sí es muy peligrosa. Por lo tanto, normalmente las ofrendas deberían llevarse a cabo en secreto y dirigir todo a la "ofrenda común." Solamente así, no habrá oportunidad para ninguna tentación y la iglesia podrá financiar su ministerio, libre de cualquier influencia inapropiada.
Esto va de acuerdo con las instrucciones del Salvador en el Sermón del Monte: "Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. . . Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto." (Mateo 6: 1-4).
El ofrendar debería ser, hasta donde sea posible, una actividad secreta; no debería asegurar ninguna ventaja o privilegio para el dador. De esta forma, deberíamos reconocer la igualdad de todos los oferentes ante los ojos de Dios, sin importar si son ricos o son pobres.
11. ¿Es Válido el Diezmo en la Actualidad?
Tradicionalmente los cristianos han tomado el diezmo (el diez por ciento), como el punto inicial o la base de la mayordomía, puesto que es visto como la proporción bíblica mínima. Puede ser aumentada conforme el Señor lo prospere a uno. Dos preguntas son formuladas comúnmente en relación a este asunto. La primera pregunta es: ¿por qué un requerimiento judaico, invalidado por la venida de Cristo, debería estar en vigor hoy en día, pues parece ser un legalismo?
La segunda pregunta, (dando por hecho que el diezmo es algo saludable) es: ¿debe ser un diez por ciento del ingreso neto o global? (Neto se entiende como el ingreso después de pagar los impuestos correspondientes).
En respuesta a la primera pregunta, el diezmo, como una base correcta para dar al Señor, no está restringido al período del Antiguo Pacto judaico y las leyes ceremoniales. Es un grave error identificar el diezmo con la ley dada a Moisés exclusivamente.
En Hebreos 7 leemos acerca de Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, quien bendijo a Abraham cuando regresó de la derrota de los reyes, "a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo." (Hebreos 7: 2).
Este grande y misterioso rey de Salem, fue reconocido por Abraham como el representante del Señor, y el diezmo fue la respuesta correcta a la bendición recibida de él. Debemos dar por hecho que el Señor reveló esto a Abraham.
El pasaje en Hebreos destaca el hecho que Melquisedec representa un sacerdocio más alto que el de Aarón, a saber, el sacerdocio de Cristo Jesús. Pero, para nuestro estudio ahora, simplemente hacemos la observación de que Abraham, muchos siglos antes de que la ley ceremonial fuese dada, está consciente de que el diezmo era una base correcta para su ofrenda.
Además, este conocimiento fue comunicado posteriormente a la familia, porque cuando Dios se encontró con Jacob en Bet-el y lo bendijo con muchas promesas, Jacob de inmediato se comprometió a dar un diezmo de todo lo que recibiera. (Génesis 28: 22).
Por lo tanto, el diezmar existió previo al pacto mosaico y no debería ser considerado como perteneciente exclusivamente a la ley ceremonial, la cual fue abolida por Cristo. No tiene el mismo carácter que la circuncisión (la cual fue también previa a Moisés), porque la circuncisión ha sido claramente anulada por el Nuevo Testamento.
Un punto importante de recordar acerca de la mayordomía neotestamentaria es que, puede exceder grandemente el porcentaje del diezmo (como por ejemplo el caso de las dos blancas de la viuda), y por lo tanto, ninguna forma fija de dar está vigente ahora. Hoy es un asunto del corazón y de la generosidad máxima, según como el Señor nos haya prosperado. No obstante, el diezmo todavía permanece como una guía de lo que constituye una porción mínima y razonable.
Vale la pena notar que en los tiempos del Antiguo Testamento, cuando una multitud mixta de judíos fue obligada a diezmar, en realidad fueron obligados a dar mucho más que el diezmo. Un estudio cuidadoso de los pasajes que mencionan el diezmo, demuestra que los judíos dieron dos o hasta tres diezmos distintos, sin contar los costos adicionales de los sacrificios personales sobre el altar.
El costo real de la mayordomía veterotestamentaria, ha sido calculado como una quinta parte de su hacienda (veinte por ciento). Además, cuando recordamos que la gran mayoría de los judíos realmente no experimentaron la gracia de Dios en sus corazones, seguramente sentiremos que nuestra ofrenda no debería ser menos que la de ellos. Visto de esta manera, un diezmo del ingreso global parecería ser una porción baja para la mayordomía de aquellos que disfrutan la luz gloriosa del Evangelio y poseen una esperanza firme del cielo.
No debe sorprendernos encontrar que los primeros convertidos a Cristo, al ser librados de la ley, rindieron sus bienes liberal y gratuitamente al Señor. Porque "Todos lo que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad." (Hechos 4: 34-35).
(Fue también en aquel entonces que el Señor dio una advertencia solemne a las iglesias acerca de la gravedad de la hipocresía en la mayordomía, una advertencia en el juicio que cayó sobre Ananías y Safira, cuando conspiraron para defraudar a los apóstoles).
Seguramente el diezmo del Antiguo Testamento nos revela una porción básica como nuestra responsabilidad. También nos muestra que el diezmo es el diez por ciento de "todo," y no solamente del así llamado "ingreso disponible." Abraham dio un diezmo de todo, y Jacob dijo al Señor: "De todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para Ti."
A veces se escucha la queja de que ninguno de los patriarcas ni sus sucesores tuvieron que pagar impuestos al gobierno secular. Pero ellos incurrieron en costos directos por cosas que nosotros pagamos a través de impuestos, por ejemplo, la provisión para todo el bienestar social.
12. El Deber de los Oficiales de la Iglesia
A un nivel práctico, del ejemplo apostólico se deduce claramente que el Señor requiere que se rindan cuentas por el dinero ofrendado. Se nos ordena imitar el ejemplo de Pablo, quien se esforzó para asegurar que las iglesias que ofrendaron para las necesidades de Jerusalén, escogieran mensajeros de confianza para viajar con él y supervisar la distribución de los fondos.
Pablo explica con claridad el motivo de estas medidas: "Evitando que nadie nos censure en cuanto a esta ofrenda abundante que administramos, procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor, sino también delante de los hombres." (Vea 2 Corintios 8: 18-23). Los siervos del Señor deben procurar estar muy por encima de toda sospecha o calumnia.
En los últimos años hemos visto en los Estados Unidos los escándalos de ciertos tele-evangelistas que fueron convictos por fraude y por desvío de fondos. Este desvío a gran escala de los donativos, para su uso personal, fue posible porque los empleados responsables del cuidado de estos fondos, actuaron bajo sus órdenes.
Al pueblo de Cristo se le ordena seguir procedimientos para el manejo del dinero, que están por encima de todo reproche. Salirnos de estas normas no es solamente falta de sabiduría, sino además una desobediencia espiritual.
La promesa de Dios de que quienes siembran generosamente, segarán generosamente (2 Corintios 9: 6), lleva implícita una advertencia para los líderes de la iglesia. ¿Hasta cuál punto son las ofrendas del pueblo de Dios administradas, tomando en cuenta la promesa del Señor que "segarán una bendición"? ¿Qué hará Cristo con aquellos líderes de la iglesia que malgastan los fondos en una forma insensata?
¿Son los pastores sensatos y están exentos de extravagancias en la forma en que gastan los fondos para mantener las instalaciones del templo? No debemos olvidar nunca que el Señor ha prometido que los dadores recibirán una cosecha de bendiciones a través de sus ofrendas.
13. La Respuesta de un Corazón Redimido
Vivimos en tiempos en los que el ateísmo abunda y mucha gente tiene su mente lavada por las fuerzas de la inmoralidad, llamando mal al bien y bien al mal. Nunca desde los tiempos anteriores a la Reforma, la luz del Evangelio ha estado tan cerca de ser extinguida en el continente europeo.
Estamos siendo testigos también de la erosión de los remanentes del cristianismo bíblico en países como Estados Unidos. En América Latina, el catolicismo mantiene el dominio y la gran mayoría de los evangélicos han sido leudados por las doctrinas pentecosteses, el arminianismo y los métodos de la creencia fácil. ¿Es este el tiempo para que aquéllos que aman la verdad, busquen enriquecerse en la tierra o sucumbir ante la autoindulgencia y las comodidades terrenales?
¡Que Dios conmueva nuestros corazones para que nos rindamos a Él en servicio y mayordomía! Hay tanto trabajo por hacer: predicadores que necesitan sostén, misioneros que es necesario enviar, iglesias que necesitan ser fortalecidas, ministros que requieren capacitación, la impresión de literatura y libros, y muchas otras tareas por hacer en estos últimos días de oportunidad evangelística.
Seguramente nuestro gozo más elevado es el de asestar fuertes golpes contra el príncipe de la potestad del aire, y buscar triunfos para el Evangelio y para la gloria de Cristo.
Hemos visto que la Palabra de Dios nos dice que todo lo que poseemos le pertenece al Señor. Él nos prospera específicamente para la obra del Reino. Por lo tanto, debemos estar atentos constantemente a las necesidades de la Iglesia.
La mayordomía es nuestro llamamiento, y la esencia de la adoración verdadera. Ser un dador generoso es una marca crucial del carácter cristiano y de la santificación. Consiste en darnos a nosotros mismos al Señor. El Señor hará fructificar el objetivo deseado de cada 'dador' sincero y honrará toda nuestra abnegación. Él será nuestra seguridad, nuestro escudo y nuestro gran galardón, mientras obedezcamos Sus palabras: "De gracia recibisteis, dad de gracia." (Mateo 10: 8).
Nota: el doctor Peter Masters es Pastor del Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres, desde 1970.